Estado de ánimo, predisposición, material sensible. De
cuando la tensión te reseca el velo del paladar. Y abandonas y dejas de leer
porque la crueldad te paraliza (confesión de alguien que, sin embargo,
asistía). O bebes rápido porque el libro, su lectura, se bebe: frases cortas,
capítulos cortos, muy descriptivo, muy gráfico. Tal la sesión, muy gráfica. Un
mazazo, llegó a calificarse la novela, compendio de un determinado estado de
ánimo.
Así, se pasó casi de puntillas por la simplicidad
narrativa. Propia, por otra parte, según se comentó, de los best seller (y este
libro lo es): capítulos muy cortos, espacio reconocible, universal, la mujer
como heroína y final emocionante. ¿A qué buscar mejor guión para esta reseña?
La historia de fondo (el espacio), Afganistán en sus
últimos cuarenta años. Al comienzo de la reunión, se presumía que este contexto
acapararía el grueso de las intervenciones. Y sí, buena parte de ellas desprendían
una muy específica predisposición contra la sociedad que describe la novela,
machista hasta la exasperación. Mirada crítica y afilada de los asistentes que,
además, advierte la antítesis, ¿sólo alegórica?, entre el campo como ámbito de
liberación y la ciudad (Kabul) con su atmósfera gris y agobiante como perímetro
de opresión. Frente a esta realidad inicua, el coraje de la tertulia, la
tensión.
Sin embargo, la repulsa no cayó en el maniqueísmo que
soterraba por la novela, que se alinea ante invasiones y revoluciones mil
sufridas por el país (buenos y malos). Acaso, la solución llegue, se plantea la
tertulia, por el flujo de los cambios culturales. Aunque, estos procesos llevan
tiempo… Y mientras tanto, desde Occidente, ¿qué hacer?, ¿limitar nuestro
influjo benefactor a comentarios internacionales, actitudes posibilistas de
oenegés y alguna concesión de premios Nobel, y a esperar? No, no, la
interrogación no era retórica. Si bien, dio para algún consuelo: Europa ha
venido experimentando desde aproximadamente el siglo XV una evolución
sociopolítica, aquí también se quemaba a herejes o asimilados, hasta que se ha
logrado separar la ley religiosa de la civil. Pero semejante manumisión aún no
ha calado en aquella sociedad novelada (aquella en el espacio, que no en el
tiempo).
Perverso déficit que la narración centra en la
degradación social de la mujer. Heroína tipo best seller y tema de la obra, la
mujer en países islámicos. Para la tertulia, una historia estremecedora, de la
mujer como animalillo apaleado. Y sin embargo, en medio de tal degradación pervive
o sobrevive la ternura. Contraste que anida en las dos mujeres protagonistas.
La relación entre ambas, iniciada con odio recíproco, poco a poco confluye en
unión ante la adversidad, la misma que las sojuzgaba, y en la búsqueda de la
dignidad personal ante elementos familiares, sociales y religiosos tan desfavorables.
Ímproba búsqueda para la cual, según apuntaron en la reunión, en tales
condiciones siempre se hace imprescindible el apoyo de otros.
Dos mujeres en el ánimo intelectual y humano de la
reunión.
De
Mariam, entienden los asistentes que sufrió la opresión desde el mismo
nacimiento. Su propia madre le recordaba con frecuencia su condición social, y
legal, de hija bastarda. Su padre, que la visitaba con periodicidad puntual, la
trataba con cariño y mimos, afectos que, sin embargo, nunca sobrepasaban ese
estigma socio-legal, ni lo sobrepasarían en el trance dramático de la relación.
Mariam, tan sola, tan sólo encontraría bálsamo espiritual en sus conversaciones
con el ulema. Pero, tras su matrimonio impuesto con Raschid, en los derroteros
de la trama narrativa no era difícil adivinar su muerte final. Para la tertulia,
autoinmolación última como acto extremo de liberación.
Laila,
sin embargo, no padeció el yugo hasta los primeros estadios de la adolescencia,
hasta la tragedia familiar y su matrimonio consentido por ella misma in
extremis con Raschid. Aunque en ese vértice diabólico, ese matrimonio, Laila encontraría
en Mariam una amiga y una madre (la narración precisa notable diferencia de
edad entre ambas). Una forma de complicidad que mantendría vivas sus rebeldías.
Esta mujer siempre valiente que, aun siendo feliz en Murri con su nuevo marido
e hijos, vuelve a Kabul por compromiso con la Mariam ejecutada y con el tipo de
sociedad a la que aspira. Mediante su entrega a la educación. La educación, material
sensible, ¿cómo iba a pasar desapercibida a los miembros de esta tertulia?
La
educación para superar y desterrar un machismo amamantado, imbuido, insuflado,
sacralizado, estatalizado. Con personajes que le dan cobertura, si bien, en
distinto grado. Así, Raschid simboliza el exceso, la bestia superlativa, que
comienza por imponer el burka como predio y sumisión, y termina con los vilipendios
y agresiones más despiadadas.
(El
uso del burka suscitó en la tertulia alguna que otra cuestión: en las sociedades
a que alude la novela, las mujeres llevan velo o no ¿por sumisión?, ¿por
seguridad personal? De esta práctica, sospechas de hipocresía en algunos países.
Y por otro lado, se advertía la existencia de un sustrato narrativo: casi todas
las culturas desprenden cierto temor a lo femenino.)
En
cuanto a Yalib, padre de Mariam, personaje con matices. Machismo de menor
escala, nada visceral pero sociológico. Se somete a los dictados imperantes: la
vende en matrimonio, aunque al cabo le pediría perdón por ello. Actitud
cobarde, pues, con pasaje ilustrativo
cuando rehúye recibirla en su casa (al parecer, lo normal con bastardos en la
sociedad narrada), principalmente por presión de las mujeres que convivían con
él. Esas mujeres. No podía la tertulia soslayar componente tan contradictorio
como reprobable.
Y un
tercer personaje masculino, primer amor de Laila y segundo marido, que da
la réplica a los otros. Cercano e identitario... Pero para entonces la bilis de
la tertulia tenía demasiado reseco el velo del paladar.
También
para entonces se había comentado ya el final de la novela. Respondía
efectivamente al esquema best seller. Emocionante en cuanto que superaba con barniz
de sentimentalismo la dureza narrada y dejaba la historia abierta. Con una luz
de esperanza en las pistas que daba: tras los últimos episodios sociopolíticos,
la población recobraba alborozo, se pintaban las casas, se ponían flores… ¿Fórmula
alegórica del autor para conseguir la separación religión-sociedad?, ¿que los
preceptos religiosos no tuvieran consecuencias civiles?, se preguntaba la
tertulia. Y la propuesta del camino: la educación, material sensible. Para
ello, imprescindible la predisposición de un determinado estado de ánimo.
Fdo.:
Ricardo Santofimia Muñoz.