Una sesión particularmente desestructura, quién sabe si
por efecto de ciertas latencias generadas por la lectura de esta novela en el
ánimo de los asistentes, ¿admiración, identidad, melancolía, solidaridad,
conmiseración, prevención, trauma, posibilismo, angustia? Hervidero cuyo
chisporroteo incontrolado no remansó hasta el cierre. Tentador clima para su
traslado a estas líneas con enfoque cronológico, aun a riesgo de barullo
expositivo.
La
reunión comenzó con argumento de autoridad, el aval de la crítica a la novela:
la manera de narrar daba la talla de un gran escritor. La tertulia se sumó al
criterio en este momento inicial y en otros posteriores -de los que también
quedará constancia.
Enseguida, sobre el tapete, la complejidad temática.
Discernir las variables y concomitancias del mensaje, donde la intención del
autor parece exacerbarse o estancarse. Se plantea la tertulia si éste no cae en
un exceso repetitivo, o acaso pretenda distintas perspectivas para un mismo
asunto.
A partir de ahí, la crisis en el frontispicio de la
novela y de la reunión. La crisis, ¿qué crisis? Crisis económica, pero a la vez
y en el mismo pack crisis de valores,
contexto de duopolio muy reconocible para los asistentes. Que el novelista
traduce en una especie de alegoría: el pantano como espacio, cuyas aguas, ahora
envilecidas, simbolizan el mundo actual, su podredumbre, etc., en contraste con
el mismo escenario idealizado por el protagonista en su niñez.
Sí, sí, Chirbes escribe muy bien. El comentario,
generalizado, no llega de la inercia, sino de la identidad con esa forma tan
directa y punzante de narrar el éter de la ruina humana, guadaña vigilante del
relato.
Y por fin se decide abordar la figura del protagonista,
eje inevitable y perturbador de todas las miradas. Como primera consideración,
su cabeza de `mono loco´, origen del supuesto amontonamiento temático a lo
largo del relato y su consecuente y presumible válvula repetitiva. Aunque, la
justificación al quite: la narración huye de lo lineal y abunda en el
perspectivismo, de ahí que las secuencias se acumulen e incluso se superpongan.
Se coló por aquí a un apunte denostando las consecuencias
genéricas de la crisis, que no tardó en particularizar imagen de la emigración
en distintos países.
Sesión de vértigo. No se había terminado con…, cuando se
retoman elogios hacia la fórmula narrativa: monólogo interior sumado a estilo
indirecto libre. Casi entre paréntesis, una intervención destaca que el
protagonista hace repaso y ajuste de cuentas con personajes y etapas de su
vida. Pero ahora estamos en la expresión: se ponderan el recurso de paremias,
la estrategia de redacción en el empleo de los dos puntos y, en general, la
marca de un estilo narrativo trepidante -casi como el ritmo de la sesión.
No obstante, se imponía el retorno a la temática y su
impronta en el protagonista. Contra el tufo pesimista de la novela, algunas
opiniones o deseos sugirieron que ésta también desprendía algún rayito de luz:
la relación de Esteban con Leonor, con su tío, con Liliana. Si bien, a ojos de
otros asistentes, quizás de todos en el fondo, sólo nos debatíamos entre
posibilismos. ¿Qué certidumbres, si la única solución que aporta el
protagonista, su única y última esperanza, es el suicidio? La muerte como
purificación.
El protagonista, del derecho y del revés. A diferencia
con la generación de su padre y de su abuelo, carece de ideología (a modo de
cuña, se considera en este punto que la novela tiene mucho de ensayo). Alguien
asegura percibir en él rasgos de envidioso, pero planteamiento rechazado; son
más propios de un amargado. ¿Víctima del azar?, nunca ha dispuesto de auténtica
libertad, las sucesivas circunstancias han estado conduciendo su existencia.
Buena parte de su misma personalidad se revela condicionada por la del padre.
Vida fracasada, fallida, cuya atmósfera narrativa alcanza por extensión al
resto de personajes.
La pregunta vino rodada y retórica: ¿En la orilla de qué? Es tan difícil convivir con la soledad y el
desamor.
A estas alturas, se desvió un poco la atención de la
tertulia hacia los sustratos del mundo del bar, donde se cuecen negocios,
machismos y otros sucedáneos. También, por contra, hacia otro atisbo de credulidad
en la condición humana, por tibio y controvertido que se antoje: la fe de
Liliana, cuyas ingenuidades reprocha el marido, pero en la que ella persevera
acaso con tintes cínicos a poco que se escarbe en el personaje.
Fases de la novela y episodios que resitúan el ambiente
dialéctico en el fragor narrativo, capaz de introducir al lector en su médula e
identificarse o solidarizarse. Personajes, situaciones e ideas son palpables en
la diversa realidad de los asistentes. No cabía duda para la derivada: la
intrínseca relación angustia-estilo narrativo.
En los últimos destellos de la reunión se puso el acento
en la rebotica de las codicias, sus miserias y avatares. El escritor describe
gráficos muy de actualidad, se pone el ejemplo -triste- del trabajador que
cobra en negro para mantener la prestación por desempleo.
Pero,
¿no terminamos un poco exhaustos?
Fdo.:
Ricardo Santofimia Muñoz.