Reseña de la
sesión dedicada a RIÑA DE GATOS, de Eduardo Mendoza
Desde
luego, la reunión no resultó trasunto del título. Ni conato de riña entre los
asistentes, ni estos eran gatos (al menos, ninguno dijo que fuera de Madrid).
Apenas hubo debate, entendiendo por tal el contraste de criterios divergentes
sobre un mismo tema o aspecto. Lo que, sin embargo, no incurrió en merma del
interés generalizado por las sucesivas opiniones y argumentaciones que se
fueron vertiendo.
RIÑA DE GATOS, de Eduardo Mendoza |
No
obstante, el grueso de las intervenciones se asemeja más a una especie de
vivisección de la novela. Buena muestra de ello, la abundancia de comentarios
parcelados, específicos sobre momentos del proceso narrativo o peculiaridades
de los personajes o tendencias expresivas del autor. Seguramente porque el hilo
de la intriga fluctúa en un híbrido histórico-policíaco no resuelto, como con
bandazos que desorientan las expectativas del lector (de los lectores
asistentes).
En dicha
confusión incide particularmente un exceso de erudición. A cada paso o por
tramos narrativos se nos fustiga con la vida y milagros, o miserias, de
Velázquez. Acopio de datos sobre técnica pictórica y peripecias
socioprofesionales del pintor que, a la postre, aportan poco al seguimiento del
proceso narrativo, y mucho al prurito culturalista del autor-narrador. Quizás
puedan salvarse de esta apreciación las referencias puntuales al cuadro de
Acteón, por su ensamblaje con la trama a modo de parábola. Aunque el lector
sólo las descifra cuando, concluida la lectura, pasa al análisis. De modo que,
la brillante paleta del pintor deviene en rémora para la avispada pluma del
escritor.
Tampoco
ayuda a mejor consideración la inclusión de algunas escenas con tendencia al
vodevil.
Mayor
atractivo significó el planteamiento de los personajes. Desde el protagonista
hasta los más secundarios. Y todos atrapados en una espiral (cada uno en la
suya) de difícil escapatoria.
Personajes
de ficción, claro; pero cercanos y entrañables (unos más que otros, desde
luego). Empezando por el protagonista que, aun actuando como personaje-testigo,
se integra en la realidad que bulle a su alrededor, y lo fascina y le aviva
sentimientos, emociones y contradicciones. La misma condición humana que se
aprecia en todos los demás.
En este sentido,
poco extrañan los apuntes acerca de la personalidad de Franco, Queipo de Llano,
Mola, Azaña o Alcalá Zamora, tratados con óptica desmitificadora.
Tratamiento
similar recibe el personaje de José Antonio; aunque, por su mayor relevancia en
la narración, parece ajustarse más a la verdad histórica en cuanto a sus
presupuestos ideológicos. Las circunstancias de su vida privada se consideran
aquí en clave de ficción, y por tanto, susceptibles de interpretación con
respecto a su verdadero comportamiento.
Las
mujeres de la novela merecieron atención específica. Para constatar
determinados valores sociológicos (reprobables, sin duda) propios de la época.
También para evidenciar algunas incoherencias de conducta, más por
condicionamientos ajenos que por convencimiento propio.
Mosaico
de personajes que, sumado al clima reproducido de aquel momento histórico, apunta
a un desgraciado paralelismo sociopolítico con la situación por la que
atraviesa el país en la actualidad.
Por
último, el final de carpetazo (frecuente, por otra parte, en la obra de este
autor) nos deja la duda sobre el dinero que se pretendía con la venta del
cuadro del sótano: ¿era para financiar a sus propietarios la huida de España o
a José Antonio la compra de armas? Habrá que preguntar al sargento Bevilacqua y
a la guardia Chamorro, nuestra próxima parada en el Club de Lectura.
Fdo.:
Ricardo Santofimia Muñoz.
"De modo que, la brillante paleta del pintor deviene en rémora para la avispada pluma del escritor."
ResponderEliminarGENIAL PÁRRAFO DE UN SAGAZ ESCRITOR reconvertido generosamente en comentarista literario.
Toda la reseña un gustazo para lxs que disfrutamos con la buena lectura GRACIAS RICHARD.