jueves, 6 de febrero de 2014

Reseña de la sesión dedicada a EL HEREJE de Miguel Delibes


            ¿Novela histórica? Parecía llamada a ser sólo una primera cuestión para debatir, pero sirvió más a lo largo de la sesión como encabezamiento. Es decir, cada interviniente comenzaba por argumentar a favor, o relativizaba la dimensión histórica de la ficción creada, para seguidamente exponer su valoración de la obra en general, o de sus recursos expresivos, o de los personajes, o de los temas y subtemas detectados, o de todo ello.

            Así pues, conviene seccionar. Por partes:
            Con respecto a lo de novela histórica –determinar si es, no es-, su concepto mismo no ayudaba mucho, tan manoseado en estos tiempos donde proliferan narraciones con dicha etiqueta. En tanto que novelar hechos históricos constatables, hubo opiniones explícitas a favor del sí: El Hereje cumple con esos parámetros por los acontecimientos que desarrolla; y, si bien los personajes principales pertenecen a la pura ficción, está documentado que Felipe II (de fugaz aparición en el episodio nuclear de la novela) comenzó su reinado con un auto de fe en Valladolid. Y además, el mismo autor recomienda la consulta de historiadores que corroboran lo que él narra.

            Sin embargo, otra tendencia cuestionaba con interrogantes: ¿son realmente históricos los hechos narrados?, ¿cómo se sitúa a un personaje de ficción en su época para que la narración adquiera valor histórico? O consideraba más relevante el triple escenario costumbrista, económico e histórico descrito en la obra (con ecos de la novela picaresca), o la reflexión en el presente sobre los planteamientos religiosos del XVI, o la recreación tan didáctica del auto de fe novelado.

            La valoración general de la obra, como el resto de los aspectos tratados, osciló entre el debe y haber. En el haber la calificación de magnífica, su magnitud literaria, reconocida con el Premio Nacional de Narrativa en 1999, el mérito de haberla escrito a los 78 años de edad y el estímulo por la investigación en mapas de su espacio geográfico -hasta Valladolid ha creado la ruta turística de El Hereje-. Y en la parte del debe, la lentitud de la acción narrativa, producida principalmente por los excesos descriptivos (por ejemplo, demasiadas idas y venidas por los páramos, etc.), lleva al cansancio y en algún caso al abandono definitivo de la lectura; y en consonancia, el convencimiento de que sobran muchas páginas porque no aportan nada al argumento ni al tema de la novela. Añádase la corriente generalizada de considerar esta novela complementaria de la lectura de la sesión anterior, Castellio contra Calvino -los asistentes, aún bajo el síndrome de Stefan Zweig.

            En cuanto a la expresión literaria, se partió de un denominador común, su altísima calidad, que en muchos pasajes rezuma ironía y, en definitiva, sentido del humor. Concita la atención de los asistentes la riqueza de léxico y metáforas, como las referidas a sombras, caballos o escenas de caza. Y las descripciones de personajes (ridículas algunas), de lugares y de ropas, tan exhaustivas estas últimas que invariablemente te llevan a consultar el diccionario -asegurar al paso que todos los términos aparecen en él-. Todo ello permite digerir la novela; a pesar de que en el otro lado de la balanza se sitúa un exceso de cultismos y de erudición en general.

            Por lo que respecta a los personajes, el análisis del protagonista tampoco fue homogéneo. El mayor acierto se fija en la creación de un personaje que va creciendo a medida que avanza la trama narrativa, hasta culminar en dar ejemplo a los demás con su coherencia y compromiso final. Un personaje, de retrato caricaturesco, cuyo leitmotiv es mitigar la falta de afectividad que lo rodea desde el nacimiento. De ahí que se enamore de su ama de cría (complejo de Edipo), se case con una, digamos, mujerona (deseo de protección maternal), aplique una especie de justicia retributiva con sus empleados (necesidad de reconocimiento social) y busque refugio espiritual en los conventículos. No obstante, algunos asistentes lo consideraron un personaje artificial: su actitud social parece, a la vez que impensable para el siglo XVI, demasiado cocinada con planteamientos actuales; y por otro lado, no queda justificada su integración en la nueva y clandestina doctrina religiosa.

            Sí hubo mayor unanimidad en ponderar el tratamiento de las mujeres en la novela. Estos personajes no son estereotipos, sino específicos y ricos en matices. Al hilo de este criterio, muy cinematográfica la presencia de Minervina (el ama de cría) en los momentos finales de la obra.

            Y finalmente, si el argumento de la novela gira en torno al nacimiento, vida, pasión y muerte en el madero de… un hereje, su tema central no puede ser otro que la religión, en su deriva quizás más incomprensiva, contradictoria y repudiable, la persecución por determinadas creencias religiosas. El llamado “beneficio de la fe” y sus consecuencias doctrinales (cuestión considerada bien expuesta en la obra), la negación del purgatorio entre otras, son el objetivo del más cruel y cruento fanatismo religioso. ¿Cómo entender en la actualidad que se condene a la hoguera a una persona por no creer en el purgatorio? No obstante, para algunos asistentes el debate religioso como tal que promueve la novela adolece de solidez, pues priman las características de la persecución en sí, lo policíaco (que difumina lo doctrinal), el proceso inquisidor. Sobre este, no pasó desapercibido a los asistentes el carácter corrupto del tribunal, que, rendido a la belleza de Ana Enríquez, le impone una sentencia menor.

            Habría que incorporar como tema colateral la ya comentada falta de afectividad del protagonista, que encamina su espíritu hacia el bálsamo religioso de los conventículos.

            Y como tema de acompañamiento, la vida sexual en las relaciones de pareja, novedoso en Delibes, aunque no exento de su conocido sentido del humor.

Hasta aquí el resultado -debe y haber, sin saldo- de aquella pregunta inicial de la sesión, iniciática para la moderadora, que tan certeramente la propuso.


Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.

2 comentarios:

  1. Buen resumen de las disquisiciones habidas en la tertulia. Y lo mejor es que sirven ambos para continuar leyendo y evaluando lo escrito.

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  2. Qué me gusta el club de lectura por los temas y los títulos elegidos. Pero las reseñas...ay la reseñas. Gracias Ricardo. Quizás en esta tertulia nos faltó tratar sobre los libros y su importancia en el desarrollo del pensamiento en Europa.Otra vez será pero mientras "las mujeres que leen son peligrosas"

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