viernes, 13 de junio de 2014

Reseña de la sesión dedicada a NÉMESIS de Philip Roth


A tal obra, tal sesión. Poliédrica. La calificación inicial que recibió la primera contagió a la segunda. Una novela con muchas caras, y cada una de ellas susceptible de varias interpretaciones. El autor invitaba a observar y reflexionar sobre actitudes y comportamientos de unos y otros personajes ante las mismas circunstancias. Y la reunión respondió cumplida y sobradamente a la invitación-envite.

El autor y su obra, el marco. Un escritor, miembro de una comunidad judía de emigrantes, aunque ateo. Y una novela que, sin obviar su reflejo de la condición humana, adopta perspectiva existencialista y cuestiona la religión porque anula a las personas al inocularles el sentimiento de culpa. Con dinámica narrativa que los asistentes diseccionan en tres fases. Al principio, desde la supuesta visión del narrador omnisciente, la redacción es fluida, periodística. Después, cuando se revela la naturaleza del verdadero narrador, testigo, aunque este quiebro se considera acierto del autor, el progreso argumental se ralentiza en exceso. Y por último, concentración temática en las diez o quince últimas páginas.

Es justamente al final de la trama, con esa especie de torbellino de ideas que casi lo eclipsa, donde se cierra el poliedro de la ficción y se inicia el de estos lectores, que apenas escapan al acto reflejo de volver la vista atrás para su análisis -más de uno aseguró que había leído el libro dos veces-. En varias ruedas de intervenciones los tertulianos fueron del protagonista a Dios, a los demás personajes, al sentimiento de culpa y al título mismo de la novela, aportando los vértices y aristas que vislumbraban en cada uno de ellos.

Perdedor es el primer trazo que atribuyen al protagonista. Y se añade el de fracasado; pero enseguida, el matiz: fracasado a pesar de él -se le encontraba cierto paralelismo con El médico a palos de Molière-. La acumulación de desastres en torno a su persona lo van dejando poco a poco sin salida. Su carácter perfeccionista (que, por tanto, no asume errores), su condición de creyente (Dios ha puesto los virus de la epidemia) y especialmente su continuo preguntarse son características con las que el personaje no tiene más remedio que fracasar. El gran drama de la existencia: pensar e interrogarse supone dolor.

Para la reunión, el único personaje que interesa al autor. Por eso difumina las soluciones que aportan los demás a la problemática del protagonista. Marcia, la novia, un personaje plano, simple, plantea una salida sencilla a la enfermedad de Bucky. Actitud que para algunos asistentes no parece convincente, no es sincera al querer casarse con el enfermo; por eso, él, que lo intuye, facilita la ruptura. Y en cuanto a Arnie -el narrador testigo- , el contraste de su situación-solución amorosa con la de Bucky (ambos con la misma enfermedad) lo utiliza el autor para abundar en la personalidad del protagonista: nada más difícil que salvar una mente bondadosa, que incluso renuncia al amor para que Marcia no sufra.

Arista, vértice, otra cara del poliedro en las disquisiciones de la reunión. Al protagonista ya desde el principio lo embarga un sentimiento de culpa, si bien, larvado: cuando no pudo ir a la guerra a causa de su invalidante miopía. Pero aflora y lo atenaza cada vez más a partir de que acude al reclamo de la novia. Decisión, para unos asistentes, el punto más débil de la novela, porque no se justifica el cambio de actitud que venía manteniendo, el hilo introspectivo del personaje no aporta razones de peso. Aunque algunos consideran suficiente el efecto seductor de la conversación con el padre de la chica (entre otros temas, le pide autorización de matrimonio); y símbolo de la decisión de irse con ella, el acto de comerse un melocotón en el porche de la vivienda donde charlan.

Para parte de la reunión, venía asumiendo la responsabilidad, la culpa, por temor al Dios castigador. Para otros, sin embargo, la afronta sólo frente a los demás. En cualquier caso, sí se considera patente su incapacidad para superar tan voraz sentimiento; a pesar de que en realidad desconocía que transmitía la enfermedad.

La tertulia en modo alguno evitaría la pregunta y la reflexión consiguiente: ¿por qué la culpa? Determinadas religiones presionan la responsabilidad hasta llevar la culpa al límite de la imposibilidad de cumplir con todos sus preceptos. Verdaderamente, preguntar `cómo´ ha venido la enfermedad en vez de `por qué´ habría evitado ciertas responsabilidades.

¿El azar?, ¿el destino?, ¿Dios? Juego de interrogantes que el autor deja en el ánimo de la tertulia, junto al título. Se trata del tema más inquietante de la novela, suscita controversia y tensión al enfrentar despiadadamente fe con razón. ¿Es Dios quien decide lo bueno y lo malo? Se cita aquí al psicólogo Pinker cuando se pregunta si Dios justifica el asesinato o la violación (no olvidemos que para Bucky Dios ha enviado los virus de la epidemia); y en consecuencia, ante determinados episodios, ¿quién es más potente, Dios o la razón?

La respuesta parece intuirse en el título -Némesis-, otro vértice o arista o cara del poliedro. Némesis, diosa pagana de la equidad, resolvería: en la vida a todos nos pasan desgracias, la cuestión está en superarlas. Es Némesis, pues quien interviene, no Dios.

Amor, frustración, culpa, Dios, la existencia…, un poliedro, los grandes temas de la humanidad en la literatura.
Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.

1 comentario:

  1. Primero gracias, Ricardo. Luego quisiera destacar tu sensibilidad al transmitir en tu resumen, la exposición de las distintas sensibilidades que propició la tertulia del libro. Porque has sabido de nuevo comunicar la tertulia poliédrica que tuvimos sobre el amor, la frustración, la culpa, Dios, la existencia...y yo añadiría el dolor y el sufrimiento. Un abrazo y de nuevo gracias.

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