jueves, 12 de noviembre de 2015

Reseña de la sesión dedicada a EL BAILE DE LA VICTORIAde Antonio Skármeta

El embrujo de un título. Durante la reunión se aludió al juego de ambigüedad del título de la novela. Baile de quién o de qué, ¿del interpretado por el personaje de Victoria?, ¿del golpe-atraco de los protagonistas?, ¿de éstos sólo o de los personajes en general?, ¿del triunfo político?

La respuesta quedaría en el aire, como otras sospechas, pero baile baile como tal, haberlo, lo hubo y mucho a lo largo de toda la sesión. Fragoroso, melódico, atropellado, controvertido, entreverado, con ritmo y arritmias.

La obra, el mejor Premio Planeta de los últimos tiempos a juicio de un tertuliano, se prestaba al debate. Sin duda. Ya se reconoció desde el principio. Y el baile, ese baile de las ideas, comentarios y opiniones no se hizo esperar.

En cuanto el moderador dio marco a la novela, sugirió temas y pronósticos, saltó a pista la primera ¿disidencia?: “No me ha gustado”, taxativa. Y sus razones: primero una ligera concesión, la novela es distraída, pero…, bueno, vale; aunque añadiría inmediatamente: sin argumento cerrado, deficiencias en la estructura, final demasiado abierto, y, por si fuera poco, dificultad de lectura por su exceso de chilenismos. Posiblemente toda una sorpresiva propuesta para el baile de análisis.

Dado que la calificación de `distraída´ remitía a impresión subjetiva, y no a género alguno, la tertulia se aprestó a desbrozarlo. En este aspecto el compás discurrió acorde y conjuntado. Quien le detectaba tintes de novela negra (intriga, suspense, malhechores). Quien la valoraba de aventuras. Quien, de lucha por ideales. Quien, de perdedores (y que movía a la ternura). Hasta de novela visual se habló en algún momento. Pero, sin negar los atributos anteriores, primó que se acoplaba más al concepto de novela de personajes.

De fondo, el post-Pinochet de Chile, nación del autor. Al cual agrupa la tertulia con otros escritores sudamericanos en tanto cuentan con unas sociedades muy accesibles para su ficción. En la de este Baile de la victoria, dos aspectos destacables: sólo la humanización salva a estas sociedades problemáticas, corruptas; y además, la necesidad de luchar para escapar del medio hostil, de lo contrario, no hay salida a pesar de la llegada de la democracia, intención fundamental de Antonio Skármeta para los asistentes.

Seguramente por esto, la trama se antojaría al autor cuestión menor. Seguramente, pero no para la reunión, en vista de que en los tramos de la trama el baile se volvía más intenso. Las intervenciones, un mosaico de compases acelerados: concordantes, divergentes, autónomas, aclaratorias, didácticas. Unas hablaban de tramas poco creíbles (como justificar el encierro de un preso en una celda día a día durante un mes sin levantar sospechas, o las imprecisiones narrativo-descriptivas que enturbian el golpe-atraco). Otras, de sobrecarga narrativa en algunos capítulos. Y cambio de cadencia, una historia con encanto: la ayuda mutua entre personajes no exenta de sacrificios y renuncias (la del policía como entrañable vicario), bien ensamblada. Nuevo giro, la trama denunciaba corrupción, o se recordaba lo de “quien roba a un ladrón…” Y con todo, la mayoría, ocupada y casi obsesionada en no perder los pasos del golpe-atraco (nudo, sin duda, del proceso narrativo), se sumaba a un doble escorzo: por un lado, lo importante, lo interesante, no residía en el cómo, en la trama misma, sino en el objetivo, que prosperara el robo; y por otro, que el autor apenas mostraba verdadero interés por la trama.

Para la tertulia, el trabajo principalísimo del autor se centra en los personajes, por qué actúan así, los motivos de sus comportamientos (cada cual con los suyos). Para elogiar o recelar de sus peculiaridades, se ajustaron pasos y giros, el ritmo altibajounítono y dinámico. Junto con la dimensión humana de sus diálogos, cautivan perfiles y encuadres, donde los `malos´ oficiales resultan ser los `buenos´ y al revés. Vaya por delante, sin embargo, algún reparo: ¿personajes cultos siendo del hampa? Lo que no impide, desde luego, que lleguen al lector, incluso los secundarios, encantadores también.

Pero movimiento sincopado y máxima plasticidad, con los tres protagonistas. Skármeta no les había asignado los nombres a voleo, no, respondían a una simbología más o menos subliminal o evidente. Victoria, Ángel y Nico.

A Nico, maduro y descreído, afamado delincuente, le molesta el acortamiento del nombre, prefiere el renombre de sus apellidos, Vergara Grey, más con el segundo, por su similitud con la invención del teléfono (Grey-Gray). Notoriedad, según un tertuliano, con la que el autor trampea un poco: hay que demostrarla con la ¿precisión? del golpe-atraco –“qué, cómo”, le pregunto en un aparte, y me responde “no te preocupes, lo que quiero es crear polémica” (imagínese la efervescencia del baile)-. En cualquier caso, sus aspiraciones de status blanqueado tras la cárcel van mudando hacia los ideales de los otros.

Y Victoria y Ángel, los dos chicos jóvenes del triángulo, exponentes de los ideales puros. De Victoria, aunque los asistentes se detuvieron unos momentos en sus exámenes, la reflexión que les planteaba como docentes, ponderaron el nombre como sello de sus anhelos. Mientras que la interpretación de Ángel apenas necesitaba tampoco verbalizarse: primero demonio (por su aparente incitación al mal), después custodio. Si bien, su asesinato, por decisión del autor, creó una cierta decepción.

Una muerte, esa, con desenlace narrativo pero sin merma de feromonas en la reunión. Controversias, baile dispar y casi desparejado: ¿Final abierto?, no importa. Pero desesperanzador. Quizás mejor cerrado, permitiría una puerta al optimismo. También posibilismo en el azul metafórico del comienzo y el final de la novela. Y persistencia en la simbología, la última secuencia: padre que ha perdido un hijo y gana una hija, hija que ha perdido al padre y gana otro. Pero otra contra, cruda: los protagonistas que sobreviven salen huyendo. 

Como alguien apuntó en algún momento de la sesión: este libro, una lectura de ida y vuelta, a veces te pierdes y luego vuelves. Así el baile, ¿no?

Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.

2 comentarios:

  1. Nutrida y ágil síntesis de la entrada en otro relato que hace este variado colectivo lector. Enhorabuena.

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