Ni elogio, ni empatía, ni culto,
sino el efecto de una punción en el circuito neural. Sesión de células alertadas,
sobrecogidas, zarandeadas, seducidas, salvo una, renuente ella. Cosas de la
neurociencia, se apuntó.
Suele ocurrir en este club, el ambiente de predisposición
delata. Manifiéstate. El primer aviso, la punción: este libro nos saca de la
zona de confort. Descabalga. Desgarra. Dolor en la conciencia y en la consciencia,
la felicidad no dura, la libertad apunta a pies de barro, la ucronía aguijonea
con su lacerante y estéril desconsuelo (a qué conjeturar sobre los futuribles del
pasado), la soledad rotura todo el tramo de nuestra existencia (naces solo,
mueres solo, y vivir…, pues ya te digo). Opiniones que confluían hacia una
misma resonancia.
Sí,
hubo quien rechazaba tales amarguras para sí. Pero otro aluvión: ¿quién no ha
palpado alguna vez soledad y desesperanza?, y más en el límite, siempre estamos
solos, la soledad no se circunscribe a cuadrículas de la existencia. Un poco de
sosiego, por favor: justo cuando asumes la vida comienza el drama. Parecía que
con dejarlo sólo en drama… Pues no convencía del todo a la resistencia (eso de ‘buscar
tres pies…’). Así que otro argumento: la vida incómoda, el sufrimiento, lo
complejo en definitiva, también puede enriquecer -emocional o intelectualmente
hablando, claro.
¿Manual para mujeres de la limpieza? Desde luego. Pero la simbología del título, tomado de uno de los relatos del libro, trasciende e impregna al resto: todo un manual de supervivencia, donde prima mantener la dignidad a toda costa.
Con los mejores mimbres. Desborda riqueza expresiva y descriptiva. Estética y lingüística, literatura en estado puro. El interés se gesta en la forma, matices y matices (metáforas imposibles o despiadadas, paradojas, golpes de efecto…) que mantienen en vilo la atención lectora. Fogonazos. Impresionismo y fovismo. La peculiaridad de narrar una vida en relatos independientes. Y esos finales tan llamativos. Apasionada tertulia que no escatimaba. ¡Hay que joderse!, diría una de los personajes de Lucía Berlín.
¿Manual para mujeres de la limpieza? Desde luego. Pero la simbología del título, tomado de uno de los relatos del libro, trasciende e impregna al resto: todo un manual de supervivencia, donde prima mantener la dignidad a toda costa.
Con los mejores mimbres. Desborda riqueza expresiva y descriptiva. Estética y lingüística, literatura en estado puro. El interés se gesta en la forma, matices y matices (metáforas imposibles o despiadadas, paradojas, golpes de efecto…) que mantienen en vilo la atención lectora. Fogonazos. Impresionismo y fovismo. La peculiaridad de narrar una vida en relatos independientes. Y esos finales tan llamativos. Apasionada tertulia que no escatimaba. ¡Hay que joderse!, diría una de los personajes de Lucía Berlín.
Y el
empeño del editor. Stephen Emerson, tras la muerte de Lucía, recopiló buen
número de sus relatos y los ordenó y editó en este libro. Trascendente el papel
del editor en muchos casos para el éxito de un valor literario, se comenta con
cierto runrún. Gracias a él, ahora se está descubriendo a esta autora, y no en
su tiempo.
Una
vida intensa la de nuestra escritora (ya anunciado en los prolegómenos del
libro, lo que descarta búsquedas morbosas en internet de tal o cual calibre): relaciones
de diferente encaje con músicos, escritores… y en varios países. Con el
comentario de la consecuencia, la correlación ‘buen escritor-muchas vivencias’
-un clásico, ¿un mito?-. Y por aquí, la célula discordante de nuevo: demasiado
complicada la personalidad de Lucía, nada atractivo que ande ‘metiéndose en
charcos’. Y la réplica inmediata: la vida tiene un componente duro,
particularmente en esta mujer, que
reflexiona, cuestiona… Pero lo hace de manera muy sutil, muy inteligente: en
sus narraciones no opina, sólo relata, simplemente expone, sin juzgar a nadie,
ni siquiera en el caso del aborto.
De
donde, la pregunta avizor y rodada: ¿escribe así porque tuvo esa vida? Con respuesta
ad hoc: el libro no es su vida, pero su vida está en el libro. Para los
asistentes a la reunión, la escritora practica la autoficción: bebe de sí
misma; ella no es ella en la obra, pero lo es.
Así
pues, formalmente, una sola protagonista a lo largo de los relatos; pero, según
la tertulia, la sombra de dos personajes más: la soledad y el tiempo. Luego, para
la carpeta de obra de perdedores (sordidez, tristeza, desdicha). Pero todos
tienen luz, todos abrigan una esperanza (ella misma se perdona al final, a
pesar de la amenazadora presencia de los cuervos en los árboles). Elenco -¿elenco?-
que sume a los contertulios en una suerte de submundo que sólo conocen desde
fuera, situaciones que no han vivido -al menos, en la reunión nadie confesó
que...
La
visión de la vida desde “el porche de atrás” (en boca de la Lucía protagonista
de uno de los relatos). Reflexión y ese latido imperioso de comunicarla, el
arquetipo de escritor al que responde Lucía Berlín.
Lo
que anuncia la Introducción pronto quedará superado por los relatos, dejándonos
un libro enriquecedor, humano, genoma de sensaciones y sentimientos. ¿Cosas de
la neurociencia? ¡Hay que joderse!
Ricardo Santofimia Muñoz
Apasionada tertulia y apasionada crónica que he disfrutado dos veces...y que volveré a releer cuando necesite recordar a Lucía porque una vez conocida, se que la voy a necesitar. Gracias Ricardo. Al ser tu última crónica de este curso te lo has currado y te has esmerado. También es pura literatura. Buen verano.
ResponderEliminarGracias Ricardo. Si la tertulia fue genial, tu crónica me lleva a recordar esa reunión q terminamos celebrando la despedida con unas risas, y deseándonos un feliz verano. Gracias otra vez
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