martes, 25 de diciembre de 2012

AFTER DARK, de Haruki Murakami

Reseña de la sesión dedicada a AFTER DARK, de Haruki Murakami

            Nada es lo que parece o sí. Esta podría ser la conclusión más generalizada de los asistentes. Pero, ojo, no en función de dos grupos antagónicos que argumentan u opinan desde posiciones opuestas, sino en cuanto todos consideramos a la novela susceptible de interpretaciones diversas y hasta contradictorias pero igualmente válidas. Casi como la cuadratura del círculo: dos opiniones distintas y enfrentadas que, sin embargo, superpuestas una a la otra, dan una resultante común perfectamente asumible.
            Sirva lo anterior para intentar reflejar hasta qué punto la novela transmite un mensaje inquietante, que atrapa al lector desde el inicio mismo e, intrigado, lo lleva de la mano por un sendero que él deberá ir descubriendo y descifrando solo.
            Desnuda soledad del lector, inhóspita soledad de los personajes, acechante soledad de la existencia. La soledad como eje temático de la novela y, en consecuencia, del debate entre los asistentes.
            Mediante la técnica del narrador-testigo, el autor sitúa a los personajes en el submundo de la noche, jaspeado de fracasos y peligros. Se deduce Tokio como escenario, pero bien podría ser cualquier otra gran ciudad, porque interesan más las connotaciones de indefensión en un medio tan vasto como desolador que el lugar específico.
            También los personajes aparecen como asiáticos. Aunque, en realidad, se trata de una caracterización más bien superficial, porque lo verdaderamente atractivo se centra en el estado emocional de cada cual y la confluencia o empatía y desencuentros de sus sentimientos y concepción existencial.
Haruki Murakami
            Con todo ello, el narrador sumerge al lector (a los lectores asistentes a esta reunión) en una atmósfera brumosa, cargada de tensión ¾mediante la técnica narrativa de cambios bruscos de escenario, y frases cortas y sugerentes tanto en las descripciones como en el diálogo de los personajes.
            Habría que añadir que el autor elude conscientemente el clásico hilo narrativo de presentación, nudo y desenlace. Apenas hay un comienzo explícito, y, sobre todo, no hay final alguno, que queda abierto a la interpretación del lector, aunque apuntando al suspense de un futuro incierto.
            En algo sí es un clásico la novela: en la universalidad de los temas tratados (la soledad del ser humano como principal rasgo vertebrador) y de los personajes que en ella se mueven (cabría referirlos a cualquier época). Así que, corrijamos, tachemos ese “en algo” con que comienza esta párrafo final y sustituyámoslo por un “en todo” con mayúsculas.
   
            Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.

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