jueves, 31 de octubre de 2013

Reseña de la sesión dedicada a LA DOS ANCIANAS de Velma Wallis

La sesión se desarrolló en un análisis sencillo, humilde y certero, cual si el  espíritu de la novela hubiera impregnado el alma de la reunión.

Sencillo. ¿Novela?, ¿cuento popular?

            Se utilizó el término “novelita” en la doble acepción afectiva y de dimensión textual. Aunque, para los tertulianos no cabía duda: la obra recurre al armazón de la novela, pero la historia y sus coordenadas narrativas se encuadran en lo que la literatura llama cuento de tradición popular.
           
El primer dato para tal consideración lo aporta el estilo. Sobrio, condensado, de prosa rudimentaria –sin colorido ni emociones expresivas-. Y aunque la autora confiese en los preámbulos carencias en su formación de escritora, el lector avisado justifica enseguida, no es defecto, sino propio del género popular, prima lo esencial.
           
Al respecto, una duda quedó sobre la expresión narrativa: ¿venía motivada por el género o por el paisaje descrito -frío, árido, de soledad-?, ¿o por interacción de ambos?

            Y enseguida surgió la cuestión más relevante: si de todo texto literario que se precie y aprecie como tal cabe adivinar al menos alguna esquina moralizante o consecuencia ética, alguna moraleja, en el cuento popular se convierte en carga de la prueba.

Pues bien, en Las dos ancianas el devenir narrativo responde nítidamente a esa función educadora, que eleva una actitud individual o grupal a universal (entendiendo universal en su sentido más extensivo de espacio y tiempo, claro).

Humilde. La moraleja reverberaba en el corazón mismo de este Club, y por extensión, de la Tribu donde radica. Los efectos de la conjunción sabiduría-supervivencia que alienta a las dos protagonistas, de 75 y 80 años, había cautivado el ánimo de los asistentes. Un cuento popular, traído de lejanas y gélidas tierras, se hacía eco del aroma y afanes de este puñado de ¿sesentañeros, setentañeros?

(Quizás no resulte muy ortodoxo, pero este reseñista no se resiste al apunte: Consultado el Diccionario de la RAE, sólo figuran en él los términos “quinceañero”, “veinteañero” y “treintañero”. Hasta ahí llega. ¿Por qué edad andan estos chicos de la Academia?)

La satisfacción por el acierto del mensaje de la obra sólo aleteaba en el ambiente. Verdaderamente, no hubo intervención de identificación explícita, ni de recepción de argumentos para exaltación de lo propio. Los comentarios iban y venían sin detenerse en aplicaciones personales o grupales. También la sabiduría tiene conexión directa con la humildad.

Así pues, se puso el acento en lo que importaba, las consecuencias extraídas de la lectura: la realización personal sin límites de objetivos ni por edad, así como preservar la propia integración social. Actitud que los asistentes interpretaron como resultado de una advertencia previa: si cedes a la comodidad y esperas a que los demás se ocupen de ti, la respuesta puede ser de marginación e incluso abandono, sobre todo a esas edades.

Certero. Para los tertulianos la clave de la obra se encontraba en la integración social. Por supuesto reconocían que la lucha por la supervivencia encierra un valor en sí misma; pero aquí se convierte en revulsivo que transforma la inactividad-comodidad-abandono de las ancianas en re-integración social de estas. Varias intervenciones incidieron en esta cuestión capital: mantener la actividad es determinante para preservar la integración en el medio social, y no sólo en el familiar -¡ojo!-. Alguien recurrió a una expresión muy gráfica para precisar la fórmula: “En tanto das, no te marginan”.

Ahora bien, cuando las consideraciones pasaban de lo conceptual a la realidad inmediata, el sentido crítico reparaba en ciertas contradicciones: la sociedad actual aparca a los ancianos, ¿realmente por esa comodidad comentada anteriormente?, ¿o acaso los valores de dinamismo ahora los encarna la juventud en exclusiva, y de ahí que la ancianidad se convierta en carga inútil? Una observación devolvía el asunto al marco temático: también buena parte de la juventud presenta resistencia al cambio, querencia a la temible comodidad, con el consiguiente peligro de marginación.

Por lo demás, aunque también otros personajes fueron objeto de análisis, pronto se volvía a la peripecia vital de las dos ancianas, ¿por algún impulso inconfeso de identificarse con ellas, o en ellas?

La sesión finalizó con un sinsabor sencillo: la creciente pérdida de la literatura de transmisión oral y su consiguiente deterioro como portadora de valores morales. Con una reflexión humilde: a pesar del bagaje del que creemos disponer, cuánto desconocemos aún de otros ámbitos de la humanidad. Y con un reconocimiento certero: el cuento popular como catalizador de la necesidad que tiene el hombre de contar historias en todo tiempo y lugar, las cuales no son más, ni menos, que distintas manifestaciones culturales de una misma condición humana.

Nunca una “novelita” había dado para tanto.


                        Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.

1 comentario:

  1. Comenzamos un nuevo curso con intensidad y de nuevo nuestro comentarista acierta en la expresión y en el fondo de la tertulia del club de lectura. Debería utilizar los mismos adjetivos que él ha hecho con Las Dos Ancianas:sencillo, aunque lo que hace no es nada fácil;humilde y certero. Gracias Ricardo.

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