jueves, 7 de mayo de 2015

Reseña de la sesión dedicada a HEADHUNTERS de Jo Nesbo

        Reticencias, escepticismo, inferencias, ambigüedades, intertextualidad, reproches, concesiones, debate, debate. Una sesión profusa.
            La peculiaridad de la novela, negra pero escatológica y hasta gore en algunos pasajes, suscitaba suspicacias en los estados analíticos de los asistentes. Hasta el punto de que en algún momento se preguntaron lo aparentemente más sencillo: ¿gusta la novela? Como respuesta de extensión, otra pregunta: ¿qué se entiende por gustar? Pues… si te ha entretenido, si te ha divertido, si la recomendarías a un amigo… En tal caso, una conclusión de origen político derivada en clásica: “sí, pero”. Ambigüedad.
            En cuanto a la expresión, de inicio se le reconoció como obra de lectura rápida, ágil, intensa, concentrada. Nadie opuso objeción alguna. Pero más adelante, no enseguida, algo no cuadraba: el exceso descriptivo, y probablemente sobrara. Escepticismo.
            Tampoco la trama cautivaba voluntades. Aun admitiendo mayor dinamismo en la segunda parte de la historia, la estructura narrativa en su conjunto se antojaba desconcertante. Quizás por su comienzo in media res. Vale que tal recurso es frecuente en las novelas de este tipo; pero aquí parece poco justificado como atractivo para atrapar al lector desde el principio (si el protagonista, narrador en primera persona, describe su estado tras un accidente de coche, obvio, se va a salvar).  Reproche uno.
            Una acción narrativa con giros tan inesperados como cogidos con pinzas. La explicación misma que resuelve la trama queda un tanto forzada. Para los asistentes, sorprendente todo, desde luego; pero en el sentido menos sugestivo del término. Y en cierta forma, decepcionantes las soluciones del autor al hilo dramático que ha fraguado. Reticencia uno.
             Controvertido autor, pues. Comprende la reunión que, como escritor, haya disfrutado ideando tal obra. Pero en ella, en su afán de jugar al despiste, hace trampas al lector, lo engaña ¿con cierto cinismo? Seguramente se lo permite porque, a esta altura de su producción literaria, ha alcanzado renombre (`renombre´, quedémonos con este término). Al respecto, se añaden además dos datos relevantes a juicio de los asistentes. Uno: en todas sus novelas negras aparece el mismo personaje-detective, pero no en ésta. Y dos: tanto en las novelas de Agatha Christie como en Headhunters el lector no acierta con el asesino, pero mientras en aquellas se seguían planteamientos razonables, en esta, no. Intertextualidad.
            ¿Aciertos? Sí, claro, también. A juicio de los asistentes, el escenario descrito, la atmósfera social en la que se desenvuelven los personajes. Verosímil, muy actual (ejemplo, la marca de zapatos que calza un personaje determina su nivel socioeconómico). Tanto el mundo ferozmente competitivo de las altas esferas empresariales, con sus entrevistas y estrategias en pos del poder, como las relaciones matrimoniales que merodean o sobreviven por esos lares. Concesión.
            También se reconoció un buen trabajo en la caracterización de personajes (tampoco se consideran los típicos de estas novelas). Aunque, quien acaparó los comentarios de los asistentes, sin duda, el protagonista. Cazatalentos para grandes empresas; sin empacho, se consideraba el mejor, “el rey de la colina”, en denominación propia. En denominación de la tertulia, un chulo, que se mofaba de los aspirantes que entrevistaba y trataba con menosprecio a su compañero de trabajo. Se jactaba de su método entrevistador, infalible. Basado afamadas técnicas interrogatorias, pero incluso superándola a veces. Vivo ejemplo para los asistentes de que verdaderamente el poder radica en quien tiene la atribución de preguntar. Inferencia uno.
Había logrado hacerse imprescindible en esta profesión, debido, según él, a su excepcional “renombre”, afanosamente labrado, no lo cree gratuito. He aquí la clave, el “renombre” (entiéndase ahora que el autor pudiera haber caído en la tentación de su personaje). Si bien, aun real en el protagonista, la tertulia entiende que también hay mucho de montaje y apariencia, postureo, no sólo en él, sino también en otros personajes (como el periodista y el policía en la entrevista de la tele). En resumidas cuentas, los asistentes coinciden en que protagoniza la novela un personaje inmoral. Cuestión aparte es la fascinación que genera, la fascinación del mal (aspecto este ya comentado en otras sesiones). Reticencia dos.
Sí, se admite que la novela refleja una realidad que existe (ya queda dicho). Pero lo que molesta y conturba a la reunión es el posicionamiento del autor, que no aproveche la novela para cuestionar esa realidad. Reproche dos.
Ay, el autor. Al final da cobertura de héroe a un personaje inmoral. Evidencia que provoca en la reunión disyuntivas e interrogantes de calado: personajes inmorales – valores morales del escritor, moralina, ¿moral el arte?, ¿en qué plano de la ética se sitúa cada cual? Inferencia dos.  
            ¿Y el anunciado `debate, debate´ del principio? Reléase la reseña y dedúzcase de lo expuesto. Como en este tipo de novelas, al final todo encaja.
Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.

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