Según se desprende de la
novela, el magnolio es árbol exótico, veleidoso, grácil, de sueño perdurable,
fanal de la alegoría. Pero a la reunión le costó acomodarse bajo él.
Primero porque la sesión, que inauguraba temporada,
ralentizó sus comienzos con algunos previos ineludibles y cordiales, como el
saludo entre compañeros que no se veían desde meses atrás, o las incidencias
habidas en el suministro de ejemplares de este libro al grupo. Y además, la
presentación de Lola Alonso como nueva persona encargada de la coordinación del
Club. Ésta manifestó ante todo su agradecimiento a la labor de su antecesor,
José Antonio Ruiz, que no sólo puso en marcha el Club, sino también lo ha
dotado de organización y alimentado su consistencia intelectual y crítica durante
estos años. Los presentes rubricaron con un cariñoso reconocimiento -al que
este cronista se sumó y particulariza aquí especialmente-. Años fructíferos
que, para la nueva coordinadora, suponían el estímulo y el reto de mantener la
línea, cuando no el modelo de José Antonio.
Tras lo cual, ahora sí, se situó Bajo el magnolio. Pero no para cogerlo por las hojas, sino por el
tronco. Y lo zarandeó. Y sobre la tertulia cayeron la forma expresiva, el aviso
de dependencia argumental, las incursiones costumbristas, la técnica narrativa,
el baño de emociones (el amor como señuelo cimero) y la eventual pedrea de
libro prescindible.
Los riesgos de los libros que se someten o son sometidos
al juicio de un Club de Lectura avisado y crítico: unos gustan más, otros menos
(algunos nada). Verbalizada ya la noción de `prescindible´, los contertulios se
aprestaron a manifestar sus criterios, que traían interiorizados en gran medida
por esa deriva.
Como
primera providencia, a lo largo de la reunión se vino a significar que, en fin,
que no se trataba de echar leña sobre el magnolio. Se reconoció, sin oposición,
que estaba bien escrito, correcto. Pero esto no orillaba dudas.
Tampoco ayudaba que el argumento conectara con un libro
anterior de la autora -según información aportada en la reunión-. Al respecto,
se barajó una dependencia excesiva. Por ello, y a pesar de la promoción
editorial de este y aquel como independientes, la tertulia calibró: quizás la
lectura del primero habría arrojado mejor comprensión de este segundo.
Acaso el telón de fondo propiciara algún hilván con la
peripecia vital de los personajes: la vida en un pueblo gallego de época. El
costumbrismo siempre asegura resultados; por genérico que sea, sitúa al lector
-más si éste, alcanzada cierta edad, echa la vista atrás-: la figura del
maestro, el padre-marido que acompaña (¡acompaña!) a mujer e hijos a misa, los
niños bien arregladitos… Sin embargo, tan sólo obtuvo de los presentes un par
de citas, y sin más ánimo que acusar recibo de su presencia en la obra.
Mejor suerte corrió la técnica narrativa, por lo menos en
cuanto objeto de análisis. El monólogo interior. Impregna de tal modo el
desarrollo de la historia que suscita posiciones diversas o controvertidas o
matizadoras. Desde quien nadaba en un escepticismo inicial (el recurso se le
antojaba más cliché que instrumento para atrapar al lector) y luego guardaba la
ropa como posible acierto. O los extremos: uno con el convencimiento de que el
uso del monólogo interior justificaba todo, desentrañaba los sentimientos del
protagonista, lo que seducía la atención lectora; pero, para el lado opuesto,
la historia, contada así, peca de superficial, desprende cierto tufillo de
falsedad y, por tanto, no logra dotar de fiabilidad al personaje.
De modo que no, no hubo enmienda a la totalidad. Como se
dijo en la reunión, el libro aporta “cosillas”. Por ejemplo, un logro técnico,
atractivo, la esporádica irrupción, estratégica, del monólogo directo de Laura,
que marca o resitúa o inquieta u hostiga el flujo narrativo del monólogo
interior dominante, el del protagonista, Paco. Como también se ponderó la
presencia indirecta de la escritora cuando éste la interpelaba.
Paco en el presente, Laura desde el pasado, la escritora
mediante. Una novela de emociones, soslayando los defectos más o menos
salvables, donde prima la ternura -que a veces no justifica, pero nubla el rigor-,
tanto hacia aquel tipo de vida tan encorsetada como hacia el personaje mismo.
Un sentimiento que pretende calar los poros del lector.
Porque Paco, aun a duras penas, llega a conceder errores o fallas en su
particular ¿martirologio? amoroso.
Tres relaciones, ¿tres amores?, se plantea la reunión. El
concepto de amor como pulsión sentimental instintiva necesitada de
reciprocidad, ¿el mismo puede simultanearse hacia tres mujeres sin merma de algún
déficit? La tertulia se movió entre dos tipos de intervenciones -sin que este
cronista se atreva a precisar cuál resultaría predominante-. Por un lado, no;
el amor así entendido sólo puede sublimarse en una sola mujer durante un mismo
período. Pero por otro, bueno; las justificaciones de Paco aportarían
explicaciones suficientes y convincentes para cada una de sus tres relaciones, para una concepción más genérica
del amor, para una variedad de manifestaciones.
No obstante, la carga del análisis todavía avanzó una
línea más: Paco y Laura, dicotomía de actitud ante la vida, el amor como polea
de furias en tracción dislocada. Él la quería, ella se dejaba querer. Él es
convencional (se casa con la guapa), ella da un salto a la modernidad. Pero él
resulta más acertado en su decisión; ella terminaría haciendo lo mismo que él ((expansiones…
¿amorosas?), e incluso busca en él cubrir sus carencias afectivas. Por aquí
afloró una vacilación: para parte de los contertulios, los personajes no
resultarían tan planos como se podría presumir en principio.
Por lo demás, cuando ya la tertulia embocaba sus
postrimerías, una intervención enjugaba y conjugaba criterios en torno al tema
de la novela. Antes había merecido algún que otro comentario suelto sobre su
actualidad y la inquietud que pudiera generar, sin precisar en qué ni por qué.
Pero ahora sí que se abordaba; aunque con una premisa, discriminarlo del
argumento. Salvado el escollo, el tema se erigía en lo único que se salvaba del
batolaje narrativo: la irreversibilidad
de algunas decisiones (causas y, sobre todo, consecuencias).
En el cómputo global, magnolio…, digo… libro,
¿prescindible?
Enhorabuena. Sin interrogación Usted no es prescindible. La tercera lectura fantástica
ResponderEliminarJajaja. Muy buena crónica, Ricardo. Has conseguido de un libro "prescindible" transmitir una visión divertida de él pero ajustada a lo que sucedió en la tertulia.
ResponderEliminarQue el humor... que perdure en esta nueva época del club de lectura Rafael Balsera.