Del romanticismo literario
al personal, y un corolario tipo efecto mariposa. Producto de una suerte de
proceso de seducción que fue espigando a lo largo de la sesión, intervención
tras intervención (quienes callaron, bien pudo ser por no punzar el embrujo,
bien porque los cautivó el clima).
Hubo confesiones de una cierta prevención inicial con el
libro. Pero enseguida, nada, conatos que no tardaron en diluirse. A tenor de
los comentarios, el primer aliciente llegaría por la expresión: frases de sabor
antiguo y vocabulario olvidado que, a medida que la lectura avanza, disfrutas de
su riqueza. Y si además te aviva la memoria, concluyes que merece la pena
haberlo leído. Ayudaba y mucho, un libro muy bien traducido.
Pero ayudaba, sobre todo, el autor, con ese carácter de
narrador-viajero tan propio del Romanticismo (alguna opinión lo situaba entre
los buenos escritores de este movimiento artístico). La tertulia pondera su
amplitud de miras. Observador respetuoso con la cultura, las culturas, y con la
gente a la que se acerca. Actitud que arranca el fervor o la melancolía de un
asistente: el colectivo mixto del libro es mágico. Y desde el mismo sentimiento
subyacente, o parecido, otro comentario declara su “reconciliación con lo
español” (sic), por la vigencia del testimonio de Irving, que libra de
complejos el carácter de los españoles, personalidad y méritos.
Con todo, el nervio romántico de la reunión titiló
principalmente con las leyendas. Reconocido motor del interés in crescendo de
la lectura del libro, las historias que narra. De esta particular atracción, se
comparte una conclusión inductiva: al final lo que nos gusta siempre son las
historias, donde encontramos el amor, el ingenio, las relaciones padres-hijos…
Ese sugestivo contraste ficción-realidad fue pespunteando
noticias o apreciaciones de los asistentes. Como la sorpresa de saber que en la
Alhambra había vivido gente (hay quien sí lo sabía). O, cuantas veces se visita
la Alhambra, embarga una emoción especial, indefinida, quizás en los umbrales
de la fantasía. O suponer que algo de verdad habría en que los moriscos huyeron
de Granada `con lo puesto´ y abandonaron sus “tesoros”.
Caso
este de los “tesoros” que propició minutos de evocación de la infancia (otro
motivo más de empatía con el libro). Abundaron ejemplos particulares,
recuerdos, de pueblos en donde se buscaban tesoros ancestrales (al parecer, con
resultados.., según leyendas también).
Sin
embargo, en lo de la huida apresurada, apenas se detuvo la tertulia en apuntar
-aunque se detuvo- las corrientes de deseo del mundo árabe en volver. Siglos
después del acontecimiento histórico, y algunos menos de la publicación del libro,
el tema mantiene inquietante actualidad.
Más
atención mereció un par de aspectos en torno a las relaciones políticas de
entonces. Por un lado, la imagen del poder omnímodo de Boabdil sobre su pueblo.
Por otro, el comportamiento negociador entre Alfonso XI y Yusuf, que inspira un
talante de respeto mutuo por las buenas obras aun desde bandos enfrentados (justo
en torno a este comentario, la tertulia tiró de bagaje en monarquías, y se
permitió un intervalo para anecdotario de genealogías reales de por aquí).
Romántica
reunión, que alaba el diálogo entre políticos. Pero conocedora también de que
el Romanticismo literario exalta lo español, lo idealiza. No en vano, muchos
viajeros románticos acudieron a nuestro país en pos de lo exótico. Y acogieron con
¿veneración? cuantas leyendas les salieron al paso. Sobre las de nuestro autor,
un pequeño debate se suscita: ¿han gustado más las protagonizadas por la gente
normal o por las princesas? Hubo disparidad, el veredicto quedó en tablas.
Aunque algunas posturas precisaron sus preferencias: bien en el interés por el
costumbrismo descrito, bien en el lamentó por el tratamiento melifluo que el
libro da a la España pobre.
Otro
contraste más ocuparía el ánimo de buena parte de los tertulianos, el de las leyendas con el presente vivo y cercano. Entreverando y cocinando tres o cuatro
intervenciones, ninguna cuestionada, obtendríamos: contra un cierto
escepticismo inicial, el ambiente mágico en que te envuelve la obra ha
significado descubrimiento, refugio, bálsamo en comparación con lo actual, pena
al concluir la lectura. Romanticismo puro, evadirse de la realidad que no gusta
-una forma de rebeldía.
Al
rescate de la melancolía, la arquitectura. De algo sí que podemos sentirnos
orgullosos los españoles: la rehabilitación de la Alhambra. Aun admitiendo el exasperante
vacío de ponerla en valor bastantísimo después de que la Ilustración reputara
nuestro patrimonio arquitectónico. Es la concepción del arte, varía con el paso
del tiempo: influye en la perspectiva asociar un edificio con una historia, con
un relato.
El
relato. Y su efecto mariposa. No en términos de ficción literaria, sino de
veracidad. La intervención de un contertulio a la que se sumó la reunión: la responsabilidad
de tener un relato y transmitirlo, por higiene histórica. Ser vigilantes. En la
actualidad todas las `marcas´ te venden un relato. Se apuntó sin complejos a
los nacionalismos, y a la inquietud de que en poco menos de una generación nos
pueden cambiar el relato. Pues, en verdad, todo relato es manipulable; pero al
que hunde sus raíces en la Historia hay que preservarlo. Hay que estar atentos,
no debemos vivir en un relato acrítico. Menudo corolario.
Fdo.:
Ricardo Santofimia Muñoz.
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