jueves, 9 de febrero de 2017

Crónica de la sesión dedicada a CUENTOS DE LA ALHAMBRA de Washington Irving



              Del romanticismo literario al personal, y un corolario tipo efecto mariposa. Producto de una suerte de proceso de seducción que fue espigando a lo largo de la sesión, intervención tras intervención (quienes callaron, bien pudo ser por no punzar el embrujo, bien porque los cautivó el clima).
            Hubo confesiones de una cierta prevención inicial con el libro. Pero enseguida, nada, conatos que no tardaron en diluirse. A tenor de los comentarios, el primer aliciente llegaría por la expresión: frases de sabor antiguo y vocabulario olvidado que, a medida que la lectura avanza, disfrutas de su riqueza. Y si además te aviva la memoria, concluyes que merece la pena haberlo leído. Ayudaba y mucho, un libro muy bien traducido.
            Pero ayudaba, sobre todo, el autor, con ese carácter de narrador-viajero tan propio del Romanticismo (alguna opinión lo situaba entre los buenos escritores de este movimiento artístico). La tertulia pondera su amplitud de miras. Observador respetuoso con la cultura, las culturas, y con la gente a la que se acerca. Actitud que arranca el fervor o la melancolía de un asistente: el colectivo mixto del libro es mágico. Y desde el mismo sentimiento subyacente, o parecido, otro comentario declara su “reconciliación con lo español” (sic), por la vigencia del testimonio de Irving, que libra de complejos el carácter de los españoles, personalidad y méritos.
         Con todo, el nervio romántico de la reunión titiló principalmente con las leyendas. Reconocido motor del interés in crescendo de la lectura del libro, las historias que narra. De esta particular atracción, se comparte una conclusión inductiva: al final lo que nos gusta siempre son las historias, donde encontramos el amor, el ingenio, las relaciones padres-hijos…
            Ese sugestivo contraste ficción-realidad fue pespunteando noticias o apreciaciones de los asistentes. Como la sorpresa de saber que en la Alhambra había vivido gente (hay quien sí lo sabía). O, cuantas veces se visita la Alhambra, embarga una emoción especial, indefinida, quizás en los umbrales de la fantasía. O suponer que algo de verdad habría en que los moriscos huyeron de Granada `con lo puesto´ y abandonaron sus “tesoros”.
Caso este de los “tesoros” que propició minutos de evocación de la infancia (otro motivo más de empatía con el libro). Abundaron ejemplos particulares, recuerdos, de pueblos en donde se buscaban tesoros ancestrales (al parecer, con resultados.., según leyendas también).
Sin embargo, en lo de la huida apresurada, apenas se detuvo la tertulia en apuntar -aunque se detuvo- las corrientes de deseo del mundo árabe en volver. Siglos después del acontecimiento histórico, y algunos menos de la publicación del libro, el tema mantiene inquietante actualidad.
Más atención mereció un par de aspectos en torno a las relaciones políticas de entonces. Por un lado, la imagen del poder omnímodo de Boabdil sobre su pueblo. Por otro, el comportamiento negociador entre Alfonso XI y Yusuf, que inspira un talante de respeto mutuo por las buenas obras aun desde bandos enfrentados (justo en torno a este comentario, la tertulia tiró de bagaje en monarquías, y se permitió un intervalo para anecdotario de genealogías reales de por aquí).
Romántica reunión, que alaba el diálogo entre políticos. Pero conocedora también de que el Romanticismo literario exalta lo español, lo idealiza. No en vano, muchos viajeros románticos acudieron a nuestro país en pos de lo exótico. Y acogieron con ¿veneración? cuantas leyendas les salieron al paso. Sobre las de nuestro autor, un pequeño debate se suscita: ¿han gustado más las protagonizadas por la gente normal o por las princesas? Hubo disparidad, el veredicto quedó en tablas. Aunque algunas posturas precisaron sus preferencias: bien en el interés por el costumbrismo descrito, bien en el lamentó por el tratamiento melifluo que el libro da a la España pobre. 
Otro contraste más ocuparía el ánimo de buena parte de los tertulianos, el de las leyendas con el presente vivo y cercano. Entreverando y cocinando tres o cuatro intervenciones, ninguna cuestionada, obtendríamos: contra un cierto escepticismo inicial, el ambiente mágico en que te envuelve la obra ha significado descubrimiento, refugio, bálsamo en comparación con lo actual, pena al concluir la lectura. Romanticismo puro, evadirse de la realidad que no gusta -una forma de rebeldía.
Al rescate de la melancolía, la arquitectura. De algo sí que podemos sentirnos orgullosos los españoles: la rehabilitación de la Alhambra. Aun admitiendo el exasperante vacío de ponerla en valor bastantísimo después de que la Ilustración reputara nuestro patrimonio arquitectónico. Es la concepción del arte, varía con el paso del tiempo: influye en la perspectiva asociar un edificio con una historia, con un relato.
El relato. Y su efecto mariposa. No en términos de ficción literaria, sino de veracidad. La intervención de un contertulio a la que se sumó la reunión: la responsabilidad de tener un relato y transmitirlo, por higiene histórica. Ser vigilantes. En la actualidad todas las `marcas´ te venden un relato. Se apuntó sin complejos a los nacionalismos, y a la inquietud de que en poco menos de una generación nos pueden cambiar el relato. Pues, en verdad, todo relato es manipulable; pero al que hunde sus raíces en la Historia hay que preservarlo. Hay que estar atentos, no debemos vivir en un relato acrítico. Menudo corolario. 

Fdo.: Ricardo Santofimia Muñoz.

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