Una sesión insólita,
arriesgada, centrífuga y respetuosa.
Insólita. Asistía
a la reunión la autora del libro objeto de análisis. Dado lo cual, la
coordinadora del grupo hizo las presentaciones de Matilde Cabello, elogió su
faceta de escritora y periodista, y dedicó un par de comentarios, elogiosos
también, a El libro de las parturientas.
Uno, sobre el contenido: narra una historia cruda que atrapa. Otro, a la forma:
su redacción casi permitiría una suerte de lectura oral, principalmente por la
forma de hablar de la protagonista -se trata de una narración en primera
persona-. Y a continuación pidió a la autora que hablara de su libro, cómo se
gestó, etc.
Matilde Cabello tuvo un inicio memorable, se declaró
encantada “con vosotras”. Un murmullo generalizado intentaba corregir o
aclarar: aunque en esta ocasión integraban la tertulia mujeres en su gran
mayoría, también asistían…, a ver,… uno, dos, tres hombres. Recibió el mensaje;
pero, de rectificar, nada. Enrocó su arriesgado
saludo en la abrumadora mayoría de las mujeres presentes -doy fe de tal
desconsideración hacia los hombres que compartíamos tertulia, y hacia la
gramática-. Ni un mísero `vosotros´ concedió, ni por delante ni por detrás del
“vosotras”. El murmullo se fue apagando entre sonrisas elocuentes. Insólita
sesión.
Centrífuga. Tras
el incidente, la autora siguió por los antecedentes del libro. Se encontraba
atareada en la confección de la novela El
pozo del manzano (se tomó su tiempo para informar de los ribetes autobiográficos
de esta otra obra: su infancia, su familia, la guerra civil), cuando le
proponen conocer a Salud -Mari en El
libro de las parturientas-, portadora de una libreta donde había ido depositando
su peripecia vital como hija adoptiva. Atrajo el interés de Cabello y su
disposición para trasladarla a narración literaria. El resultado, una suerte de
novela-fusión: según la autora, la historia que cuenta El libro es obviamente de Salud, pero las vivencias que refleja,
sobre todo de infancia, son de Matilde -arriesgada
confesión, creo.
A partir de aquí alternaron intervenciones de
contertulios -se me crea la duda ontológica: ¿debería decir `contertulias´
puesto que hablaron más mujeres que
hombres?- y de la escritora.
Por parte del club, se comenzó aportando noticias sobre
la familia adoptiva real. Alguien había cotejado la historia narrada con la actualidad.
Y otorgaba al libro un alto componente de verdad, especialmente en lo relativo
al desarraigo que embarga a Mari; aunque, por contraste, Salud ha mantenido
relaciones con aquella familia hasta fechas recientes.
Recogió Cabello el comentario para desvelar su sistema de
trabajo previo: recabar información mediante una serie de entrevistas con Salud,
en las que a veces topaba con el silencio, siempre respetado. Sirvió también la
coyuntura a la autora para asegurar que todos los demonios que aparecen en el
libro son de Salud, aunque apuntaba a que alguno habría de sí misma. Y pone el
acento en el “la puta de mi madre” de la protagonista.
Al
hilo, una pregunta, que devendría en retórica, se abre paso en la tertulia:
¿Por qué, pues, la búsqueda de la madre que emprende Salud? Por descubrir sus
señas de identidad. Corrobora la autora, y vuelve a su ¿manipulación? del
personaje de Mari: hay una cierta suavidad en el tratamiento. Pone un ejemplo: respecto
a una familia con la que trabajó la protagonista, en la novela se va, en la
realidad la despidieron.
Pero
la pregunta anterior retomaría la secuencia iniciada, pretendía ir más allá. Comprender
el sufrimiento por no recibir afectos, ni en el hospicio, ni en los padres y el
entorno adoptivos, de ahí su actitud contestataria. La falta de afectividad, un
problema de siempre. Comentario que se deslizó, casi de forma natural, hacia un
mal llamado fracaso escolar -tertulia de docentes jubilados pero avisados, ¿qué
esperas?-. El caso de Salud es un fracaso social, y como ella, muchos niños
llegan a la docencia ya fracasados. Aseveración con la que lindaba la
intervención siguiente, emocionada, de una tertuliana. Las injusticias de la
existencia: ella y Salud, dos niñas, misma edad, distintas cunas y vivencias de
infancia en un mismo marco histórico.
Por
este pasaje de la reunión se intentó atajar -instintivamente, supongo- el
efecto centrífugo del libro. Se había hablado de algunos pormenores de su
gestación, de la historia real, del texto como pretexto…, hasta que desde el
club se abordó la forma: una primera parte, menos fluida, más pesada en cuanto
a argumento y expresión; y una segunda, de prosa más ligera. La autora se
atropelló tanto a justificarlo que se delató a sí misma -es la interpretación
de este cronista, arriesgada,
claro-: la primera parte, es que entremezcla vivencias de la infancia de Salud
con las propias, además de estar escrita en horas sueltas. Pero, parece que no satisfecha
con la aclaración, prescinde de ¿pudor? y depone una arriesgada ¿confidencia?: los temas de infancia de El libro de las parturientas, casi un
`copia y pega´ desde su otra novela El
pozo del manzano. Para salir del trago, o del trágala, desde el club se le
abrió la opción genérica: explicar su proceso mental para escribir una novela. Enarboló
el motivo de denuncia, para rápidamente persistir en paralelismos de infancia
Matilde-Salud.
Aún
mantuvo la tertulia el tipo en torno a la protagonista. Disculpaba a la niña
por sus carencias de afecto; pero también reprochaba a la joven que, aun
sintiéndose bien acogida por las familias ricas con las que trabajaba, acudiera
al pueblo para incordiar con la familia adoptiva.
A
estas alturas, sobreplaneaba la palabra `folletín´, cuando una intervención
vino a poner la tilde sobre el término: costaba leer el libro como novela. Más respondería
al concepto de crónica o relato, o quizás biografía novelada. Principalmente
porque carecía de trama, incluso de nudo. Pero la autora no dudó en rebatir:
ella había escrito el libro como novela, al menos con esa intención.
No
obstante, se advertía, se advirtió, que los comentarios del encuentro habían
estado centrados más en la historia real y otras cuestiones del entorno del
libro que en la narración misma. Centrífuga sesión.
¿Y
lo de sesión respetuosa? Nunca una
reunión de este club fue tan respetuosa con un escritor, perdón, escritora en
este caso; pues sólo se comentó algún que otro aspecto suelto del libro, y no
se entró a valorar el estilo, ni la estética de la expresión, ni la narrativa ni
la dialógica, ni la estructura, ni la
caracterización de personajes, ni el talento creativo. ¿Te parece poco?
"¿Y lo de sesión respetuosa? Nunca una reunión de este club fue tan respetuosa con un escritor, perdón, escritora en este caso; pues sólo se comentó algún que otro aspecto suelto del libro, y no se entró a valorar el estilo, ni la estética de la expresión, ni la narrativa ni la dialógica, ni la estructura, ni la caracterización de personajes, ni el talento creativo. ¿Te parece poco?."
ResponderEliminarEste Club de Lectura demostró ese respeto y tu también lo demuestras con tu crónica.
Siempre agradecida de poder hacer esta tercera lectura.