martes, 21 de mayo de 2013

Reseñas de la última sesión del Club de Lectura


Reseña de la sesión dedicada a LA SILLA DEL ÁGUILA de Carlos Fuentes

            Maquinaciones, connivencias, insidias, urdimbres, sobornos, envilecimientos, toda una mezcolanza infecta y repudiable en torno a las más altas instituciones del Estado. Eso sí, con algunas gotitas de contrición, acaso pasajera, y ternura, quizás amarga.

            Pues no, no hablamos de la corrupción política que cada día, cada hora, violenta nuestra realidad inmediata a través de los más variados y variopintos medios de comunicación, no. En principio, nos referimos a esta novela de Carlos Fuentes.

            En principio. A veces, o con frecuencia (según la lectura elegida), la frontera entre realidad y ficción es tan quebradiza, engañosa o permeable... Por tales surcos zigzagueó esta reunión de nuestro club.

            Desde una perspectiva general, cabría interpretar el desarrollo narrativo como una suerte de formidable tuneladora que va horadando el alma de una montaña arcana, la estructura de poder del Estado, desentrañando sus entrañas y desvelando la tenia de anillos mil que allí parasita.

            En consonancia con el funcionamiento de este artefacto poderoso, el ritmo narrativo es lento, árido a trechos, pero implacable, demoledor. Posiblemente debido al género epistolar de la novela (recurso que ha logrado escasas adhesiones entre los asistentes).

            Ello no impide, o quizás favorece, alcanzar el objetivo de la obra: desenmascarar la corrupción imperante en el poder político -en la ficción- de los Estados Unidos de México. Cuya temática consideran los asistentes como muy documentada, no en vano el autor ha sido (falleció en 2012) natural de aquel país.

            La corrupción como método para alcanzar el poder o conservarlo, en un país con un sistema político de democracia formal (adjetivo este –formal- que alcanza en la novela su valor más peyorativo y degradado). Tácticas y usos ad hoc que la obra denuncia minuciosamente como habituales en la alta política, a la vez que apunta a prácticas similares en los niveles inferiores y periféricos.

            Ante tal panorama, esta tertulia no se entretuvo demasiado en valorar la trama, que en algunos pasajes adolecía de ribetes folletinescos, cercanos a contenidos de ciertas telenovelas. Tampoco en la técnica narrativa de situar los acontecimientos en el futuro (año 2020).

            Importaban, sobre todo, los personajes, para quienes la corrupción es la savia de la política. En ellos se centró el foco. La identidad de cada cual, perfilada gradualmente en sus sucesivas cartas. Afanes y miserias puestos de manifiesto, de manera muy particular mediante la técnica de la introspección, bien aprovechada por el autor para esta fórmula epistolar.

            Los personajes fueron desfilando por la tertulia, que los analizaba y zarandeaba al calor de las interpretaciones o comentarios que suscitaban y de los paradigmas que representaban. La impostura, el sexo, el enriquecimiento, la vileza, la crueldad, el cinismo, también la indolencia, también, más algún que otro etcétera, allí tenían su asiento.

Quizás el personaje que más fascinó (entiéndase en el sentido más denotativo del término) a los contertulios fue el de Mª del Rosario. Por lo que conllevaba de arquetipo de mujer dedicada a la política, a esos patrones de política. Por contra, pareció poco perfilado al personaje de Valdivia, ¿quizás para significar su hechura de pelele? Asimismo, dio la impresión de que sobraba algún personaje que otro por su irrelevancia en la acción narrativa.

Y de la mano de los personajes, junto con el clima putrefacto que irradiaban, la reunión iba y venía de la ficción a la realidad, a esta realidad política que conturba la actualidad de nuestro país. La línea divisoria entre una y otra quedaba difuminada, conscientemente rebasada.

A juicio de los asistentes, aquella forma de hacer política, aquellas corrupciones, corruptelas y componendas, encontraban fácilmente su réplica en la realidad circundante. Sobre todo, cuando se establecieron paralelismos, más o menos aproximados, más o menos imposibles, entre personajes de la ficción y personas de la realidad. Por allí pasaron, por ejemplo, Rubalcaba y Cospedal, también Rajoy, también, más algún etcétera de carácter local.

Así pues, como se comentó al comienzo, en principio se trataba de ficción; pero la semejanza con la realidad era tan tentadora…

Para terminar la obra, el autor abandona el género epistolar y recurre a la técnica del monólogo interior. De una criatura inerme cuya presencia en la novela, además de mover a la ternura y la tribulación, acaso como contrapunto a la inmoralidad desplegada, y quizás por todo eso, deja en el aire una duda: ¿nos encontramos ante un final abierto de la ficción?

Y otra duda, o la misma: ¿La realidad, dispone todavía de un final abierto?

                                                           Ricardo Santofimia Muñoz.

3 comentarios:

  1. Desde luego el libro nos lleva desde la incertudembre al miedo, pero está fiel y magnificamente reflejado en tu reseña.

    Gracias por deleitarnos con tus escritos y comentarios.

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